Habían transcurrido pocos días desde que mi papá y yo luego de un chequeo de rutina nos encontramos con los resultados de una biopsia de próstata nada positiva.
Llegamos al consultorio con algo de nerviosismo, nos sentamos, y el urólogo procedió de inmediato a observar las radiografías y el informe de la biopsia. Con un esmero propio de un doctor transcurrieron 5 largos minutos en silencio mientras nosotros le observábamos.
Fueron minutos eternos para mí…. Y no se diga para mi papá. Ninguno de los dos se atrevió a preguntar mientras el silencio se fundía en mi corazón acelerado.
Por cada minuto que transcurría mi miedo iba en aumento.
Después de tomarse su tiempo de análisis declaró: “Es importante operar lo más pronto y retirar unas células tumorosas”…
¿Células tumorosas?, ¿Qué significa eso?, ¿Estamos hablando de Cáncer?… todas estas preguntas se mantuvieron en mi diálogo interno, no quería que la palabra cáncer apareciera en nuestro lenguaje, y por siempre le agradeceré a este doctor que él tampoco usó nunca esa palabra.
Las semanas que siguieron a esa sesión, fueron de alta exigencia emocional. Me avoqué a buscar otras opiniones médicas, investigar, y por sobre todo escuchar mi intuición para colaborar con mi papá en la elección del médico tratante y del tratamiento que nos diera más confianza.
Después de entrevistar a varios doctores, encontramos a quien nos hizo sentir como en casa, no solo por sus credenciales médicas, sino por la forma como nos hizo sentir al describir el escenario presente y futuro de su condición de salud.
Su enfoque era el de iniciar a la brevedad con su proceso de radiación, descartando la utilidad de una cirugía.
Por aquellos días mi pequeño tenía solo 5 años, me encontraba en una etapa de mucha exposición como conferencista y facilitadora, estábamos apenas ganando impulso después de la pandemia (2021), mi mamá estaba iniciando un tratamiento para su recién diagnosticado daño cognitivo moderado (demencia), y yo estaba como cuidadora principal de ambos.
De más está decirte que fue un tiempo increíblemente exigente que puso a prueba mi gestión emocional.
Pero una tarde, me invadió el virus de la duda y sin pensarlo caí en el consultorio del doctor pidiendo hablar con él sin previa cita.
Al llegar a su consultorio amablemente me atendió (aunque siempre está bastante lleno).
Me dijo: Por favor pasa, siéntate, en qué puedo apoyarte.
Empecé a hacerle todas las preguntas que estaban rondándome y encendiendo mi ansiedad.
Él con calma empezó a responderme, y mientras lo hacía me dijo: ¿quieres un chocolate?
Cuando me ofreció un chocolate me sentí como una niña a la que estaban tratando de calmar, mi pensamiento inmediato fue “no me trates como una niña”…. (Mi ego hablando).
Su ofrecimiento lo leí en el momento como poco empático con mi emoción, y lo juzgué poco apropiado…. Aunque no hice comentario alguno.
Tres años después de ese acontecimiento, mi papá está saludable, y yo me encuentro expandiendo mi inteligencia emocional mientras navego nuevas estaciones de vida.
A la distancia hoy puedo ver lo que ese doctor hizo al no empatizar directamente con mi miedo, lo que me ayudó a desacelerar el análisis de escenarios (algunos de ellos catastróficos), y enfocarme en lo que teníamos por delante, un tratamiento exigente que requería disciplina, recursos financieros (mi papá no tenía seguro en México), y francas dosis de optimismo y fe dado que su diagnóstico no estaba en fase inicial.
Recordar esta escena y compartirla contigo, tiene el objetivo de decirte: “La empatía puede tener diferentes caras”, lo que hoy puedes no sentir como un acto empático de alguien en tu vida, a la distancia puede que lo juzgues como la mejor forma que tuvo para hacerte sentirte “visto y escuchado”.
Y con base en estas reflexiones quiero preguntarte esto:
Desde mi Poder y Magia a la tuya,
Maru García Marín
Psicólogo, Coach, Mentor y Trainer en Gestión Emocional y Liderazgo
2 Comments
Wow. Siento que he trabajado tanto en mi paz interior y por lo tanto mi manejo de emociones, que el hecho de que preguntes cómo mostraría empatía ante una situación así me hace pensar demasiado… Creo que mi único recurso ahora sería estar al lado de la persona. Creo que no podría aportar palabras, sólo estar ahí y escuchar.
¡Hola Mireya!…. celebro que te veas a ti misma victoriosa con todos tus progresos y autoconocimiento. Mostrar empatía es un tema complejo, porque lo que alguien puede pensar que es un acto de empatía, para quién recibe puede no serlo. Coincido con tu perspectiva sobre la manera más sencilla de mostrarla, y es estando allí, sin muchas palabras.