Su equipo de colegas era 95% hombres y ella estaba recién promovida como directora. Para el momento en el que iniciamos nuestro proceso de coaching se encontraba con alta ansiedad de desempeño y sobre-pensando cada uno de sus movimientos con miras a dar prontos resultados que ampliaran la credibilidad en sus capacidades y talentos.
En las reuniones semanales, cuando era su turno de compartir perspectivas y propuestas todo lucía bien, recibía escasas objeciones y todo indicaba que su proceso de integración al equipo estaba fluyendo, sin embargo, desde hace un tiempo el comportamiento de uno de sus colegas la traía muy incómoda.
Este colega de manera repetitiva manifestaba sus desacuerdos y objeciones a sus propuestas vía email incluyendo copia a todo el equipo, en lugar de tomar ventaja para esto en las reuniones semanales y presenciales.
Karla (nombre ficticio), me compartió su anhelo de encontrar una fórmula para provocar en su colega el intercambio de ideas y resolución de objeciones durante las reuniones, y no a través de email ……. pero lo que más me llamó la atención como su coach, fue la implícita sensación de estar haciendo “algo mal” o “no estar haciendo lo suficiente” para provocar el involucramiento de este colega de un modo distinto.
Al notar su enfoque quedé verdaderamente sorprendida…. Y me preguntaba ¿Por qué está tomando responsabilidad por el comportamiento pasivo-agresivo de su colega?, sin embargo, la escuché con atención mientras me describía hechos, y esbozaba con precisión quirúrgica posibles estrategias para evitar que su colega continuara ofreciéndole retroalimentación vía email.
Esta historia, como otras, muestra la tendencia muchas veces inconsciente en las mujeres a estar hiper-vigilantes sobre el propio desempeño, excluyendo de la ecuación la participación y/o responsabilidad que juega la contraparte (el otro), en el desenvolvimiento de los hechos. En ningún momento a nivel cognitivo mi clienta registró el evento como una microagresión laboral, aunque sus emociones le gritaban “esto no está bien, esto no es justo”.
No contar con el lenguaje apropiado y significados que nos permitan articular y “nombrar” actos opuestos a la colaboración y la inclusión, ha sido uno de los obstáculos mayores a vencer como mujeres que hemos heredado la actitud de ser agradecidas por las oportunidades que se nos dan, y mesuradas en nuestra forma de confrontar acciones que percibimos inadecuadas.
Dado lo anterior, la educación en perspectiva de género es imperante, especialmente del lado de los sectores menos privilegiados (mujeres, personas con discapacidad, personas de una determinada raza, personas con determinada orientación sexual, entre otros).
Para concluir este mensaje es para las mujeres:
“Mientras que nos sintamos inseguras siendo visibles, poderosas, exitosas, brillantes y auténticas, nos seguiremos contando historias para mantenernos en los roles cotidianos y con limitadas aspiraciones para crecer”
Desde mi Poder y Magia a la tuya,
Maru García Marín
Psicólogo, Coach, Mentor y Trainer en Gestión Emocional y Liderazgo